Cutre y cursi son dos palabras que empleamos a menudo. A veces, en una misma frase. Aunque podrían tomarse por antónimos, una suerte de señora Cutre y señor Cursi antagonistas, esta pareja quizás tenga más en común de lo que creemos. Les hemos convocado a una cita en la que se servirá el té en tazas de Duralex color ámbar y sonarán canciones de ‘Sonrisas y lágrimas’. Trataremos así de ver si hacen match y, sobre todo, qué opina de ello Jimina Sabadú, autora ‘La conquista de Tinder’ y, por tanto, experta en este tipo de afinidades y rechazos. Al menos en esa red social que, dice, puede ser tanto una «casa de apuestas del corazón» como los «baños de una estación de autobuses». Sabadú también ha dado vida en sus novelas a una clase de «personajillos cutres del mundo de la farándula», como recoge Alberto Olmos en su ensayo ‘Vidas baratas. El elogio de lo cutre’. Allí, Olmos se niega a ver «la menor similitud entre cutre y cursi», y distingue bien las dudosas compañías habituales del primero: lo cursi, lo cañí, lo hortera, lo costroso, lo rancio, lo rústico, lo kitsch. Se cierra, en fin, al poliamor. En todo caso, prefiere emparejar al cursi con el hortera, y recurre para ello a ejemplos de otros ilustres que exploraron la cursilería antes que nosotros: Umbral y Gómez de la Serna. Y, por último, escucharemos a Mercedes Cebrián, quien, además de llevar la dirección orquestal de este terceto, intentará demostrar la afinidad de nuestra pareja de protagonistas. Ya lo hizo en ‘Cocido y violonchelo’, donde no ve tanta diferencia, por ejemplo, entre los mesones castizos que sirven platos de toda la vida y los niños prodigio que se exhiben en las redes. Nos preguntaremos, en fin, si incluso este texto no nos ha acabado quedando un poquito cursi y algo cutrecillo.
Descarga de invitaciones a partir del 24 de septiembre.
Firma de libros tras el acto.